Ni las personas, ni los paisajes, ni las situaciones, ni las pinturas, nada de lo que aparece en las fotografías de este reportaje ha existido nunca. Son imágenes creadas con inteligencia artificial.

Las iniciales IA han aparecido repentinamente en nuestras vidas. De la robotización que afecta a los puestos de trabajo manuales se ha pasado a estos softwares inteligentes que pueden, y de hecho ya lo hacen, afectar a trabajos intelectuales y creativos. Alimentados de unos bancos de información colosales, toman decisiones y crean cosas por ellos mismos. El riesgo de que esta tecnología pueda acabar suplantando a los humanos en los puestos de trabajo o incluso en la toma de decisiones sobre cuestiones fundamentales de nuestra existencia es uno de los importantes efectos nocivos que pueden llegar bien pronto. Se añade también la controversia sobre la propiedad intelectual de las imágenes y los textos que se utilizan como base para crear algo nuevo. Se tiene que legislar cuanto antes sobre los usos de la IA y se tienen que crear códigos éticos sobre su utilización.

Uno de los programas que ya se están implantando es ChatGPT. Según la propia empresa, OpenAI, «el objetivo de OpenAI es desarrollar tecnologías de IA de alta calidad y de libre acceso para la sociedad en general. Para conseguirlo, la organización lleva a cabo investigaciones en una amplia variedad de áreas, como por ejemplo el aprendizaje profundo, el procesamiento del lenguaje natural y el juego automático. ChatGPT es uno de los muchos proyectos que OpenAI ha desarrollado. Se trata de un modelo de lenguaje que se ha entrenado con una gran cantidad de datos de texto para poder realizar una amplia variedad de tareas relacionadas con el lenguaje natural. Su capacidad para comprender el contexto y la intención de las preguntas o consultas de los usuarios lo convierten en una herramienta muy útil para desarrollar chatbots y mejorar la precisión en los sistemas de búsqueda de información.»

Samsung y Apple han sido las primeras grandes compañías que, ante el riesgo de posibles filtraciones de datos críticos de sus empresas, han prohibido el uso de programas de IA a sus trabajadores.

La fotografía, como no podía ser de otra manera, también ha sido impactada por estas nuevas tecnologías que crean por ellas mismas, sin la intervención del hombre. Las personas de mediados de siglo XIX que veían por primera vez una fotografía, pensaban que estaban asistiendo a algo sobrenatural, magia pura; incluso sentían miedo. Desde entonces la evolución técnica ha hecho que la fotografía se haya convertido en una herramienta indispensable de comunicación de masas. No podríamos entender la sociedad actual sin la imagen. Seguramente, su papel más importante es el de constatar que un hecho ha ocurrido: desde ser una prueba irrefutable en juicios, hasta confirmar que algunos hechos han sucedido realmente (la llegada del hombre a la Luna sería uno de los casos más significativos).

Con la aparición de las fotografías creadas con inteligencia artificial empezaremos a dudar de si lo que estamos viendo es cierto o no lo es. Dudaremos de si, para hacernos creer una cosa falsa, alguien ha creado una imagen que sustente la falsedad. Quizás estamos llegando a un tiempo donde el antiguo y escéptico «Si no lo veo, no lo creo» será absolutamente necesario para determinar qué es real y qué no lo es.