No existe evidencia de que una máquina pueda desarrollar subjetividad y por lo tanto creatividad o criterio moral. Pero que la sociedad se haga tal pregunta, en el mejor de los casos, puede interpretarse como una oportunidad para reflexionar acerca de la práctica habitual de atribuir facultades propias del ser humano a las herramientas de inteligencia artificial (IA) y sobre los efectos de los relatos apocalípticos del hype en la gobernanza de la tecnología. La pregunta es señal de confusión, y el caos es enemigo del gobierno, por lo que puede venir bien echar mano de la mejor herramienta de que dispone el ser humano para aclarar malentendidos: la palabra.

A la democratización de la IA generativa que desencadenó el lanzamiento de Chat GPT en noviembre de 2022 le ha acompañado un enorme bombo publicitario en torno a las capacidades reales de estos sistemas, hasta el extremo de que tecnólogos de prestigio afines a las grandes corporaciones llegan a hacer afirmaciones como que las máquinas han desarrollado conciencia y que, además, ésta responde a unas intenciones malignas de dominar a la humanidad y acabar con ella. La novedad es que la influencia económica y social de quienes promueven estas narrativas, hasta ahora características de la ciencia ficción, ha conseguido que ocupen titulares de los más reputados medios de comunicación. Probablemente, en detrimento de otros problemas reales y actuales como las asimetrías de poder que la IA contribuye a mantener, la explotación de trabajadores, la vigilancia a través del extractivismo de los datos personales, la discriminación racial y de clase o los efectos nocivos en el medio ambiente, como han descrito en tantas ocasiones investigadoras, periodistas y otras activistas.

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